UN GRAN TRIUNFO PEQUEÑITO


Nunca fui de planes a largo plazo. Se me dan mejor las salidas airosas improvisando sobre la marcha, cocinar según lo que hay en la nevera. Por eso pequé de presuntuosa al apostar nada menos que a un año vista por mi participación en la maratón de Sevilla 2010. Me las prometía felices en otoño después de correr por puro disfrute tiradas de 90 minutos durante el verano y repetir mi mejor marca en media maratón en los 21 kms de Marbella, igualando el tiempo y nivel de pulsaciones del año anterior tras tres meses de programa de entrenamiento. Pero se me va la luz en invierno y la pila no me duró más allá del puente de Diciembre. Las sobrecargas se materializaron en contracturas musculares que fueron ascendiendo en cadena desde mi pantorrilla hasta llegar al cuello y provocarme un episodio parecido al vértigo, uno de esos que yo pensaba propios de maruja hipocondriaca o de simuladores de bajas laborales.
Miguel, el encajador de huesos, con su humilde sabiduría fue deshaciendo nudos conforme yo los rehacía empeñandome en seguir un programa que claramente no está hecho para mí. Agoté la paciencia parando a ver qué tal, y al final me planté en febrero, con unos cuantos rodajes largos, un día de cuestas y un par de sesiones de series como toda preparación, sin continuidad, sin referencias de carreras. Como para no participar.
El domingo anterior al maratón salí sola a correr por los carriles de Istán. Para ver cómo respondían mis piernas, pero sobre todo para reconciliarme con el correr. Me sabe amargo decir que esta temporada no he juntado muchas buenas sensaciones de mis ratos corriendo; más bien estaba deseando acabar con ello para hacer lo siguiente, y sé que la esencia de la vida es disfrutar el momento. Éste. Gracias al Melgar Team pude disfrutar de unos cuantos buenos ratos; los otros me los perdí perdida en mí misma. Cierto que mis circunstancias de horario laboral, la ausencia de compañeras de entreno y otras pequeñas cosas, hacían algo más difícil perseverar, pero no supe sacar voluntad o fuerzas suficientes.
Debí de guardarlas todas para el 14 de febrero. Había acordado conmigo misma que iba a correr porque nada me parecía peor que ir a Sevilla como espectadora, o quedarme en Marbella y perderme el gran día de mis amigos. Era consciente de que lo normal era no poder terminar,pero hasta ese kilómetro tenía que intentarlo. Para mayor desconcierto mi pulso desde el inicio se subió cinco pulsaciones por encima de las que llevaba el año pasado y el mismo domingo anterior trotando cómoda, pero si me ralentizaba hasta bajarlas me sentía forzada, de modo que apliqué la lógica beretiana de quedarme a ver por dónde revienta. Puedo decir que me pasé la práctica totalidad del tiempo de carrera haciendo repetidos chequeos de mi técnica de carrera de acuerdo con el recien leído capitulo cuarto del libro "El correr chi", a cuya teoría, por otra parte, estaba dando patadas en la base de la pirámide, saltándome eso de la carga gradual de kilómetros. Hasta el día en que llegue al capítulo séptimo, donde experimentaré el estado de gracia de la competición, de momento sé que es cuestión de economizar energía y de fluir... justo eso, la sensación de fluidez, es lo que me reporta la bici de carretera. Conseguir lo mismo corriendo debe de ser mágico. Ya os contaré.
El caso es que con tensiones musculares varias y migratorias, dolor articular casi permanente en la cadera derecha y el pulso metido en 160, pasé la media en poco menos de dos horas, casi un minuto más rápido -o menos lento- que el año anterior. Algo antes del kilómetro 18 había coincidido con Mari Carmen, que podía permitirse ir hablando relajada, mientras mi estado era tan precario que me esforzaba en economizar el aliento. No me empeñé en seguirla, cada cual ha de guiarse en su propio camino.
No sé si fue la anticipación al tomar un gel de glucosa en el km 24, pero este año no hubo muro. O quizá el muro duró 40 kilometros y el bosque no me dejó ver el árbol. La cuestión es que fui bastante regular de ritmo y mi pulso fue subiendo gradualmente fruto de la fatiga. A las 2 horas y 33 minutos salió el sol. Gran alegría al llegar al punto donde el año pasado rebasé a Diego sabiendo que no lo iba a encontrar allí. Cuando el recorrido de la carrera sale de las calles céntricas de Sevilla y deriva hacia el otro lado del río, el cansancio hace mella en mi ánimo, pero sé que no falta mucho para enfilar en dirección al puente de los tirantes, desde donde ya se adivina el estadio. Cuando me he recuperado del bache, ya cerca del parque del Alamillo, se dispara la alarma: la contractura irreductible del gemelo interior derecho que lleva meses haciéndome compañía amenaza con hacerse protagonista. Me veo teniendo que parar, pero decido que nada de estirar un poco, que si dice que hasta aquí hemos llegao me paro, pero hasta entonces sigo un paso más. Y otro. Ufff¡ hasta había mirado alrededor esperando ver aparecer al Gran Campeón con su bici inmortalizando su mordaz crónica de mi ocaso. Me faltan tres kilómetros para llegar, me concentro en convencerme de que puedo, el dolor pasa. Miro el cronómetro puesto en marcha en la salida y calculo que puedo llegar antes de las cuatro horas. Sólo tengo que correr un poquito más. Al entrar en el túnel doy las gracias a la vida por haberme regalado los diez últimos años, pienso en que para conseguir algo hay que darse a uno mismo la posibilidad de ser capaz, luego el tiempo y la vida lo colocan todo en su sitio.
Pasé toda la carrera concentrada en mi cuerpo, en sacar de mi mente los pensamientos emotivos que me encogían el corazón. Sé que en ellos está el origen de esta nube gris que ha minado mis ánimos durante todo el invierno. La vida me regaló la compañía de Libo, que nació justo tres días antes de que yo cayera enferma, se unió a nuestra singular familia cuando yo había recuperado la luz y nos iluminó con su perruna impaciencia y sentimiento hacia la vida durante todos estos años, apagándose de golpe bajo las ruedas de un coche. Sé hacer cosas aparentemente más difíciles, como correr más de 42 kilómetros sin haber entrenado, pero de vez en cuando me abruma esta vida bella y terrible.
Esta tarde pensaba que a ver si pasan los días de lluvia, me apetece salir a correr...
Gracias a esos duendes que me rodean y me soportan, los que gritan para que me levante y me ensalzan por saber caminar un paso más. Hacen que todo cobre sentido. Gracias.

2 comentarios:

  1. La entrada anterior esta escita por Rosa, no recordaba bien como funcionaba esto de los blogs.

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  2. Felicidades Campeona.

    Eres todo un ejemplo ha seguir, tienes una fuerza vital que ya muchos quisieran para si mismos, pues por cosas insignificantes la gente se suele hundir en lo más hondo sin ser capaces de alzar la mano para ver el montón de cosas donde poder agarrarse.

    Yo por mi parte logré quitarme la losa que llevaba desde Febrero de 2009, el tiempo era lo de menos, que aún siendo bueno, creo que no me ha gratificado tanto como poder compartir mi entrada en Meta con el resto del Team Melgar, todos juntos, agarrados y contentos por los logros conseguidos.

    Pienso que hemos formado un gran grupo humano que antepone la amistad por delante de cualquier otra cosa, se han incorporado personas que nos han seguido aportando optimismo y sabiduría, y eso creía yo difícil, pero nada me ha llenado tanto como ese momento en los pasillos del Estadio, todos juntos y felices.

    Que te recuperes pronto y pasaremos por casa de Miguel para que nos vuelva a "encajar los huesos" de nuevo cada uno en su sitio.

    Un beso muy fuerte.

    Diego Luque.

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